Segundo día de la huelga de hambre en Telefónica [1]
Los huelguistas han pasado su primera noche en la sede sindical de
Telefónica en Barcelona. Dos personas se han quedado con ellos para
acompañarlos. A las demás nos costó dejarlos anoche y esperábamos con
impaciencia el momento de volver al centro neurálgico de todo.
Cuando llego, los huelguistas están reunidos con los médicos, luego hay
rueda de prensa. En la sala algunos compañeros y compañeras están
ocupados en las incontables actividades concretas que supone organizar
una acción así. Vienen, van, comentan, organizan, hacen. Trabajan. Se
respira buen humor y actividad incesante. La huelga la hacen sólo
algunos, pero la sentimos de todos y todas. Los huelguistas también
desprenden buen humor. Les preguntamos cómo están, con una preocupación
quizá prematura y sonríen: - “Bien, si sólo ha pasado una noche”.
Claro, sólo ha pasado una noche, pero pronto la naturaleza se enfrentará
a su conciencia y ese momento no tardará en llegar. De momento sólo
sienten hambre. Pero pronto vivirán en primera persona una lucha entre
cultura y natura. La cultura les empujará a seguir con la huelga de
hambre como forma de protesta extrema, surgida de un hondo sentimiento
de indignación ante la actitud prepotente de la empresa. Y la natura se
rebelará contra la cultura e intentará imponerse a ella debilitando sus
cuerpos, consumiéndolos.
Una huelga de hambre por conciencia de clase
Muchas personas se preguntarán por qué unas personas ponen en riesgo su
salud por un solo despido. Sin embargo, otras muchas comprenden
perfectamente la acción y también la obsesión por romper el cerco
mediático. La obsesión porque la opinión pública sepa que una empresa
millonaria como Telefónica, que debería crear empleo digno, no sólo lo
destruye, sino que en un acto de soberbia absoluta se niega a readmitir a
un trabajador que ha ganado dos juicios, uno nulo y otro
improcedente.
Pero esta huelga va mucho más allá de la lucha por la readmisión de un
compañero despedido. Estoy convencida de que las muestras de apoyo y
solidaridad que estamos recibiendo, con mucha emoción, se deben a estas
personas interpretan el fenómeno de este despido y nuestra reacción en
términos de conflicto de clases. Así lo interpreto yo. Y así lo
interpreta Carlos, delegado sindical de co.bas y uno de los huelguistas,
quien considera que el hecho de que tengamos que recurrir a la huelga
de hambre es una muestra de la debilidad del movimiento sindical.
Un grito desesperado
Quiero saber qué le ha llevado a tomar la decisión de ponerse en huelga
de hambre. Me explica que los y las trabajadoras cada vez confían menos
en la eficacia de la huelga sindical como herramienta de lucha. Y hace
hincapié en que se está refiriendo a la plantilla comprometida con la
acción colectiva. “La gente lo expresa en las asambleas” - me dice –
“les afecta ver que, a pesar de las huelgas, no se para la producción
porque casi todo está externalizado. La capacidad de incidencia en la
producción es prácticamente nula. No perciben ningún impacto en la
empresa. Eso les va desgastando”. “La idea de la huelga – afirma -
surgió como una medida extrema al comprobar que habíamos agotado todos
métodos tradicionales de lucha colectiva y que no conseguíamos nada; que
ya no teníamos más recursos, ya no nos quedaban más opciones. Lo
habíamos hecho todo menos una huelga de hambre; era un grito
desesperado”. Pensaban que lo único que podían hacer para romper el
cerco mediático era algo así. Pero no es muy optimista. Piensa que será
muy difícil que esto salga a la luz pública. Por el chantaje de la
publicidad, dice, pero no sólo por eso. También por los vínculos entre
los ejecutivos de las grandes empresas y los de los medios de
comunicación [2]
La debilidad a la que hace referencia Carlos se aprecia claramente si se
analiza el contexto estratégico del conflicto. La empresa realizó dos
despidos por bajas médicas justificadas antes de la negociación del
convenio, en el que quería conseguir un ERE de unas 6000 personas. Y en
la negociación del convenio la empresa consiguió su ERE, pero los
sindicatos no fueron capaces de conseguir que la empresa admitiera a
esas dos personas a cambio. Eso en el mismo año en que la empresa
repartía dividendos récord a sus accionistas. Si los sindicatos no
pueden conseguir en una negociación intercambiar 6000 despidos por 2
personas contratadas en una empresa millonaria, algo estamos haciendo
mal.
Los objetivos de la huelga
Cuando le pregunto a Carlos por los objetivos de la huelga me habla de
objetivos colectivos. Quiere que salga en todos los medios de
comunicación “que se están haciendo animaladas”, “que con la excusa de
la crisis le están diciendo a todo el mundo laboral que calles, que
obedezcas y que asumas y nada más (…) que es o la precariedad total o el
paro, esas son las dos únicas vías que te dejan”. Y Carlos cree que eso
es totalmente mentira, totalmente falso. Puede entender que haya
empresas que tengan verdaderos problemas, empresas pequeñas que tengan
que hacer recortes. Pero piensa que muchas empresas lo único que buscan
es más beneficios o mantener un nivel de beneficios en épocas en las que
no pueden hacerlo. Empresas, afirma, que deberían, en vez de destruir
empleo, crear empleo. “Y en la mayoría de las grandes empresas – dice -
empresas multinacionales, empresas medianas, están echando fuera a la
gente para poder volverlas a contratar más baratas y eso lo vemos y lo
vivimos todos.” Se refiere a la subcontratación. Una empresa subcontrata
a otra, y esa a otra y esa a otra más, y esa acaba contratando a una
persona en condiciones laborales precarias e indignas.
“Y el mundo laboral”- dice Carlos – “tiene que despertar, la gente tiene
que saber que no es cierto que tengamos que tragar con todo. Tenemos
unas leyes que ni siquiera respetan y luego tenemos unas leyes que
tenemos que cambiar, como la del caso que nos ocupa. No puede haber
gente que por estar enferma se vaya a la calle. Eso no cabe en ninguna
cabeza, más que en la de ellos y la gente no puede asumir eso.”
Cuando le pregunto qué es lo que siente ante la actitud de la empresa me
dice que siente rabia; que indignación es poco para lo que está pasando
y lo que más le duele es que digan que es normal, que con el contexto
que tenemos es normal y que lo tienen que hacer.. Y también le da rabia
porque piensa que no acabamos de reaccionar porque en realidad no
sabemos, no nos creemos lo que está pasando. Y no sabemos lo que está
pasando porque los medios de comunicación cuentan una determinada
interpretación de lo que ocurre. Infunden miedo a la población les
cuentan que tienen que asumir lo que hay, o eso o serán unos marginados
de la sociedad. Ve como la gente, asustada, está esperando un cambio,
que las cosas mejoren. “Y no se dan cuenta”- dice “que si en algún
momento llega a haber una mejoría será porque hay gente organizada, una
minoría, que está luchando por ello.”
Cuestión de ideología
El círculo se cierra. Las palabras de Carlos parten de la obsesión
porque su discurso se cuele en los medios de comunicación y se cierran
con la crítica al discurso que transmiten los medios de comunicación. La
batalla es en realidad ideológica, discursiva. Recuerdo también las
palabras de Erich Toussaint la primera vez que lo escuché hablar sobre
la crisis de la deuda: “nuestro principal problema son los medios de
comunicación”.
Los medios de comunicación están transmitiendo una determinada
interpretación del mundo. Una determinada manera de entender las
relaciones sociales y una manera determinada de articular la economía
con el resto de esferas de la sociedad. El discurso que justifica que se
despidan trabajadores porque son caros o porque “no son rentables”
considera que el mercado laboral es un mercado como cualquier otro y que
la oferta (mano de obra) y la demanda (puestos de trabajo) se ajustarán
y llegarán a un equilibrio si se eliminan ciertas imperfecciones del
mercado (salarios mínimos, sindicatos, contratos indefinidos). La mano
de obra se considera una mercancía y el intercambio entre trabajo y
salario y un intercambio libre y en condiciones de igualdad. Este es el
argumento de la economía que enseñan en las universidades y que se
considera una ciencia exacta. Este es el discurso dominante y cualquier
actitud enmarcada en este discurso tendrá más credibilidad en los medios
de comunicación.
Esta ideología, neoliberal, se enfrenta a otra en estos momentos
minoritaria. Otra que considera que el trabajo no es una mercancía, sino
una capacidad que nos ha convertido en lo que somos como género humano.
Considera que el intercambio de trabajo por salario no es un
intercambio libre, ni justo ni en condiciones de igualdad. Los
trabajadores venden su fuerza de trabajo porque no tienen ninguna otra
opción de ganarse la vida, una vez desposeídos de los bienes colectivos
preindustriales. Los capitalistas no pagan todo lo que vale la fuerza de
trabajo, se quedan con una parte de su valor y, además, se quedan con
lo que producen los trabajadores y trabajadoras. Este discurso entiende
las relaciones en términos de lucha de clases, un concepto que el
discurso dominante quiere absolutamente desterrado de la opinión
pública.
La lucha de clases
Ayer escuchaba en la radio como una comentarista hablaba en términos de
conflicto de clases haciendo referencia a la encuesta según la cual la
mitad de los ciudadanos del estado español siente que ha descendido de
clase social. Otro de los comentaristas mostraba su estupor y rechazaba
hablar en términos de lucha de clases, ese concepto obsoleto. Tienen
mucho miedo a ese concepto, porque tiene mucha fuerza. Si consiguen
mantenerlo fuera del esquema interpretativo de la sociedad, conseguirán
que el miedo, la indignación, la rabia se canalice hacia cualquier otro
lugar que no ponga en peligro su situación de privilegio. Si mantienen
el concepto de lucha de clases alejado de la mente de las personas
lucharemos contra las personas individuales como animales, por la
supervivencia. Sin embargo, si conseguimos que la realidad se interprete
en términos de conflicto de clases. Las personas se organizarán con
otras personas fraternalmente para impedir que le roben su dignidad y
dirigirán su rabia, no a otras personas como individuos, sino contra los
privilegios de una clase que representa a la minoría de la población.
[1] Estas reflexiones personales son fruto de una entrevista en
profundidad realizada a Carlos, uno de los huelguistas de cara a
realizar un futuro trabajo de investigación sociológica.
[2] Artículo sobre censura corporativa publicado en Attac Madrid http://www.attacmadrid.org/d/5/041221103748.php
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada